En plena gira latinoamericana y con su nuevo disco bajo el brazo, Bándalos Chinos vuelve a Santiago para presentarse este viernes 9 de agosto en el Teatro Caupolicán (entradas acá).
El show, que promete un recorrido por sus éxitos y una puesta en escena renovada, marcará el debut en Chile de Vándalos, el más reciente trabajo de la banda argentina, que propone una ruptura sonora y estética con sus producciones anteriores. Grabado en Buenos Aires junto al productor Fermín Ugarte, conocido por su trabajo en la escena urbana, el disco es una exploración más libre y nocturna del sonido "bándalo", luego de la trilogía producida por Adan Jodorowsky (BACH, Paranoia Pop y El Big Blue), abriéndose a nuevas texturas, composiciones digitales y arreglos menos convencionales.
Desde su formación en 2009 en Beccar, al norte de Buenos Aires, Bándalos Chinos ha transitado una evolución constante, consolidándose como uno de los proyectos más singulares y sofisticados del pop latinoamericano. Con una propuesta que dialoga con el funk, el synth pop y la canción melódica, han logrado conectar con públicos diversos tanto en Argentina como en México, Perú, Colombia y Chile. En esta entrevista, su vocalista Goyo Degano habla sobre la necesidad de incomodarse para seguir creciendo, la influencia de nuevos colaboradores y cómo este nuevo ciclo busca recuperar algo que para ellos siempre ha sido esencial: el riesgo.
El año pasado, estuvieron en el Festival Paraíso Pop, con Alex Anwandter y Fother Muckers ¿Qué recuerdan de eso?
Muy lindos recuerdos. Estuvo espectacular toda la fecha, toda la noche que se armó, toda la grilla. Encima, Alex me invitó a cantar un tema con él. La verdad que estuvo muy lindo también ponernos en contacto con el público de otros artistas locales. La verdad que tenemos muy lindos recuerdos y cada vez que vamos a Santiago, hacemos nuevos amigos, así que está buenísimo.
De Adán a Fermín
Entre esa visita a Chile y la que viene ahora pasaron cosas entre medio, ¿no? Bándalos Chinos viene con un nuevo disco, que es eh Vándalos, ahora con “v” corta, no como el nombre.
Bien escrito.
No como el nombre del grupo, lo que marca varias cosas. Una de ellas es un cambio en la producción. Venían trabajando con Adán Jodorowsky conocido también como Adanowsky y ahora tienen como por primera vez como productor a Fermín Ugarte conocido por su trabajo junto a Dillom que es un artista en Argentina, pero del mundo del hip hop y la música urbana ¿Cómo cómo fue este acercamiento con Fermín y qué qué es lo que ustedes buscaban para trabajar con él?
Fue una apuesta, la verdad, trabajar con Fermín. Lo cierto es que vino de una necesidad y de un consenso grupal de querer cambiar, ¿viste? Como deliberadamente buscar una nueva capa, un nuevo horizonte musical en nuestro repertorio. Sentíamos que habíamos encontrado una suerte de fórmula con Adán, donde todo se había vuelto un poco predictivo para nosotros. Además veníamos trabajando en Sonic Ranch, veinte días en medio del desierto, lo cual era muy inspirador, pero a la vez nos generaba muchísima presión, ¿viste? De tener que rendir esos veinte días y estar al cien, decidimos grabarlo en seis meses, eso fue un cambio radical, y grabarlo en nuestro estudio en Buenos Aires.
Yo creo que todo surgió de esa necesidad de cambio. También es una banda de amigos que se fue profesionalizando. Entonces fue como volver a jugar en el estudio, volver a estar en nuestro estudio y experimentar. Nos veníamos cruzando con Fermín no solamente por su trabajo con Dillom, que admiramos mucho, pero no tiene tanto que ver con lo que hacemos, sino también por su propia carrera de solista, que tiene algunos discos ahí. Él ya había abierto algunos shows de Bándalos y la verdad es que conectamos musicalmente. Sentíamos que había una potencial sociedad creativa y la verdad que, con el diario del lunes, te digo que sí, porque el disco nos encanta. Pegamos muy buena onda con Fermín. Tal es así que se suma a la gira.
¿Qué está haciendo en la gira?
Toca con nosotros, se suma al show, se suma a la banda, digamos, es el séptimo chino, como una especie de comodín. Va a tocar la la acústica, la eléctrica, teclados, coros.
No sé si con Fermín también hay una distancia generacional o tienen más o menos las mismas edades.
No, Fermín tiene creo que ocho años menos que nosotros, una cosa así. Por ende, tiene una visión distinta de la música, un abordaje distinto que era un poco lo que estábamos buscando también, como romper esa fórmula. Nos pasaba que con Adán habíamos encontrado una manera de componer, de llevar las canciones al estudio en guitarra y voz y a partir de eso elegir las mejores canciones que funcionen en ese formato, empezar a producirlas, ya imaginarnos escuchando el demo lo que cada uno tenía que hacer al pararse, en mi caso, en frente del micrófono.
Y un poco lo que vino a hacer Fermín con esta mirada disruptiva fue traernos una nueva manera de abordar nuestra propia música, de componer y producir. Eso estuvo lindo también, porque hay muchas canciones que surgieron en la computadora que no tuvieron una versión de sala de ensayo o de tocarla así en formato fogón, sino que se fue construyendo en el estudio. Eso la verdad que también estuvo divertido y nos llevó a lugares nuevos, que era lo que más queríamos.
El refresh de Bándalos Chinos
“El Ritmo”, por ejemplo, tiene este pasaje instrumental final que me imagino que pudo haber surgido de algo similar, ¿no?
Sí. De hecho, esa canción es un poco la que marca… es la canción menos Bándalos Chinos para mí. No tiene ese formato de canción tradicional, es más bien una “no canción”. Surgió, viste, como loopiando elementos en el estudio, como una cosa medio ceratiana, de Cerati solista. “El Ritmo” terminó siendo como una vara. En primera instancia nos incomodaba un poco como esta cosa que medio arranca la canción y no tiene armonía, incluso tiene como dos armonías.
El otro día lo explicaba Iñaki, yo la verdad que no no tengo esos conocimientos, pero Iñaki al otro día explicaba que tiene como una doble armonía porque el riff de guitarra va haciendo una cosa y la melodía de la voz está en otro lugar. Entonces, es un poco incómodo y esa incomodidad era la que estábamos buscando. Terminó siendo la vara “El Ritmo” a nivel preproducción, como “hasta que no nos pase esto con el demo hay que seguir”, ¿viste?: descartar, descartar, descartar.
Salieron de lo que se llama la zona de confort al grabar en estudio y supongo que eso también lleva aparejado una exigencia de salir de esa misma zona de confort cuando vas al escenario y llevas este material al vivo.
Totalmente, totalmente. Yo creo que este cambio en tantos niveles a la hora de hacer nuestra música obviamente que afecta al resto del repertorio. De hecho, nos llevó a abrir y a poner de vuelta en blanco la hoja de las canciones que ya veníamos tocando, revisar arreglos, cómo se suma Fermín. La idea no es que haga algo de relleno, sino que sea coherente con lo que está haciendo el resto de la banda. Entonces, para eso pusimos en duda lo que todos veníamos haciendo en todo nuestro show y eso genera un cambio a la hora de volver a instrumentar las canciones, volver a darles una una intención, sumarles alguna parte instrumental.
Tampoco es un cambio tan radical. Para el que no escuchó el disco, sigue habiendo una esencia Bándalos Chinos que es medio innegable. Es como la sangre. Está ahí y va a seguir estando y hay algunas canciones que tienen una composición más tradicional, más Bándalos Chinos, pero sin duda este nuevo disco y esta nueva etapa de la banda a nivel musical está afectando en el resto del repertorio y eso obviamente que nos refresca, nos motiva a tocar esas canciones que por ahí te podrían llegar a aburrir.
De la cinta al digital
Cuando se mira la la discografía de Bándalos Chinos y está el hecho de que hay tres discos producidos por Adanowsky se habla de una especie de trilogía. No sé si ustedes también lo ven así, si pueden distinguir ahí un un denominador común.
Totalmente, sí. No es algo tan premeditado. Es más retrospectivo el análisis. Creo que surgió también en alguna charla con algún periodista, donde planteó esta idea de la trilogía que a nosotros nos encantó. Es más, ni se nos había ocurrido. A partir de eso, lo adoptamos porque, al no estar atravesando ese proceso, uno tiene la oportunidad de verlo en retrospectiva y hacer una reflexión al respecto.
Podemos ver también todo el hilo conductor que tiene el camino recorrido con Adán y lo que representó Bach, lo que representó Paranoia Pop, lo que representó El Big Blue. Big Blue, al ser un disco grabado en cinta, todos en simultáneo, sin click, eligiendo la toma completa de todos es como una tesis de músico profesional, ¿viste? Como ya grabamos como grababan los Stones, como grababa Zeppelin, no vamos a compararnos con ellos, pero sabemos que podemos grabar un disco así elegir una toma y que nos guste. Como terminó la tesis con Adán, cuál es el próximo desafío.
El post doctorado.
Claro. Exacto, exacto.
¿La experiencia de grabar con cinta, más allá de ser eh un desafío técnico e interpretativo, tiene estéticamente un resultado distinto, descubrieron algo distinto comparado con los modos más habituales de grabar hoy?
Sí, sí, sí. Tiene un color que es muy particular. O sea, tiene pros y contras, obviamente, como todo, porque también tienes limitantes de frecuencia. En el mundo digital puedes hacer que de repente las cosas suenen enormes, como este pop así, como más The Weekend. La sensación que me da es que ganas color y una textura y algo que es como medio difícil de describir. Pierdes tal vez la capacidad de hacer algo gigante. Un sub-low que te mueva las tripas es más difícil de lograr grabando en cinta, o al menos esa fue nuestra experiencia. Pero creemos que también termina siendo un poco un sello distintivo de ese sonido de Bándalos Chinos. Entonces, la verdad que es una buena decisión.
Ahora, por ejemplo, en esta etapa no tendría tanta coherencia grabar en cinta, donde hay canciones como El Ritmo que tienen un espíritu un poco más clubero, donde de repente está bueno que haya un sub-low que te haga vibrar las tripas.
Los Bándalos de la noche
Hablábamos de que tal vez la trilogía emerge más retrospectivamente. ¿Cómo describirías tú a la banda que se ve en esta trilogía comparada con la banda que Bándalos Chinos es hoy.
Se me ocurren dos cosas. La primera es, veo a unos Bándalos Chinos un poco más inconscientes, en el sentido de no saber tanto qué era lo que estábamos haciendo, y con esa frescura y esa inocencia, con la inocencia e lograr algo más fresco en realidad. Hoy por hoy es más difícil salirse, al tener un poco un camino recorrido, hay que luchar contra el calculador, contra la mente que quiere calcular, que quiere pensar que sabe lo que los demás quieren.
Esa es como una batalla a librar, pero bueno, veo unos Bándalos Chinos más inconscientes. Después, a nivel estético, hay algo que me surge, y lo vengo diciendo en otras charlas, que tiene que ver con los momentos del día. Al Bándalos de la trilogía Jodorowsky, yo lo veo como un Bándalos del atardecer. Al Bándalos de Fermín, yo lo veo un poco más nocturno, no trasnochado, pero sí con algunas cosas distintivas de la noche, de la oscuridad, incluso a nivel estético, una estética más noir, el blanco y negro circundando como que también da lugar a la imaginación, el hecho de que no estén los colores presentes, te da la oportunidad de imaginártelos, entonces hay como algo así más nocturno, más oscuro.
Es curioso que mencionas dos cosas que pueden parecer contrapuestas, una banda que va madurando y esta noción de más aventura, más riesgo, más peligro. Hoy día la juventud como riesgo y como peligro y como aventura probablemente esté más enraizada en la música urbana, en el hip hop. En el rock, probablemente a medida que sus intérpretes van madurando y creciendo, empiezan a redescubrir esta noción del riesgo que estaba en los inicios, en la noción inicial del rock and roll.
Sí, yo creo que nosotros tratamos de... Creo que hay una cosa que el motor de Bándalos Chinos en algún punto viene siendo el riesgo, como cuando fuimos a grabar Bach. Nos embarcamos en una aventura que fue un riesgo enorme, hicimos una inversión, pedimos guita prestada a nuestros viejos, a nuestros familiares, para poder irnos a grabar a Sonic Ranch y pagarle a Adán, y hacer lo que nos abrió las puertas de Latinoamérica, que fue grabar Bach en Sonic Ranch, y eso fue un riesgo gigante.
La música que hicimos en ese momento para nosotros fue un riesgo. De hecho volvimos diciendo como “qué mierda hicimos” de esa primera experiencia. Eso terminó siendo como el motor y lo que nos hizo ir hacia adelante. Creo que acá nos pasó un poco eso, querer volver a esa sensación de incomodarnos, de arriesgarnos, de hacer algo que no sea condescendiente con nosotros mismos primeramente, y con el público después.
Otra cosa que hicimos también en este disco que me parece que es valiosa para nosotros, es habernos rebelado un poco. La actitud más rockera creo que tuvimos fue haber postergado la grabación de este disco y habernos tomado una especie de año sabático, porque el año pasado hicimos muy poquitos shows, veníamos de hacer 70 shows por año e hicimos 14.
Fue una especie de rebelarnos ante la industria, esta industria voraz que te pide discos y giras y música, por ahí no discos, pero singles, videos y gira y nuestra actitud más rockera fue decir “no, nosotros necesitamos tiempo, necesitamos frenar, necesitamos vivir un poco una vida un poco más sedentaria y estática para poder crear algo nuevo, porque tocando todos los fines de semana las mismas canciones, será muy difícil ir hacia algún lugar nuevo musicalmente hablando”. Entonces, sí. Sí creo que fue un poco por ahí la actitud rockera del disco.
