Si los ochentrónicos Depeche Mode se reinventaron a comienzos de los 90 como una banda de electro-rock, para sus compatriotas de Duran Duran fue más difícil. Cambios de formación, un par de discos poco exitosos y el inexorable paso de los años parecía erosionar el encanto de los jovencitos que derritieron a las señoritas durante la era de las chasquillas y el pantalón blanco. Por eso la resurrección del combo en 1993 tuvo doble mérito: regresaron maduros, sin dar jugo, y con una balada más grande que la vida. Puro estilo para caminar a pata pelá por el pasto.

